Tolkien escribió a lo largo de su vida una serie de leyendas
que, en definitiva, se agruparon para darle forma a una gran historia de edades y
años innumerables. El comienzo de este mundo se debe a la Música de los Ainur, vástagos del pensamiento de Eru (el Único): la Ainulindalë. A medida que los
Sagrados cantaban para Eru, Arda, el mundo tal y como lo conocieron todas las
criaturas que lo habitaron más adelante, se estaba creando.
Podría decirse que esta música sagrada no tenía ninguna otra
posibilidad más que crear un mundo reflejando su virtud. Mas no ocurrió así:
Melkor, el más poderoso de todos los Ainur, alzó su voz mientras el canto de
cada espíritu se entretejía en armonía, desafiando a Eru al querer sobreponerse.
Esta discordancia se vio reflejada en Eä, el Mundo que Es, la realización del
canto de los Ainur. Así es como pasó a ser llamada Arda Maculada.
Con el paso de las edades, podemos ser testigos de las
consecuencias del canto de poder de Melkor; una serie de tragedias que se extiende por muchísimo tiempo en distintas tierras habitadas por los Hijos
de Ilúvatar (Elfos y Hombres), Enanos (creaciones de Aüle, uno de los Ainur) y
demás seres.
Se habla de una segunda canción una vez acabado el mundo, y
que al Melkor no estar presente ya por haber sido aniquilado finalmente por un
ser que, en vida, sufrió su maldición en carne propia, la Segunda Música no
tendrá discordancia, por lo que el diseño original de Arda será retomado para
que tenga lugar al fin.
A mi entender, esta profecía se llevará a cabo en nuestra
propia Tierra. Tolkien, con su gran espíritu e increíble imaginación, nos habló
de un mundo fantasía con elementos que vinculan lo que él imaginó con
nuestra realidad. Su logro fue tal que cuando uno lee su obra y se mete de
lleno en ella, siente que está leyendo historia, sucesos que hicieron al mundo.
De hecho, así es. Su convicción por lo que escribió es enorme. Uno no lee acerca de la Tierra Media como un cuento fantasía más, como
una fuente de entretenimiento para simplemente pasar el rato. Lo que llega a
hacer es leer historia, ser testigo de sucesos que fueron y que tuvieron
resultados en años posteriores, una y otra vez; tal y como la historia de la
Tierra misma, ¿verdad?
Ahora bien, con la épica mención de una Segunda Música, Tolkien nos está dejando un mensaje de esperanza. Él ya no está entre nosotros,
y mucho hizo ya al encarar un trabajo tan ambicioso y magnífico, un trabajo que
va más allá del disfrute por leer (y que, por supuesto, eso no tiene nada de
malo). Evidentemente no estaba destinado a componer esta música inmaculada. Fue
testigo de un mundo marcado, herido con la discordancia provocada por el primer
indicio de maldad. No está en mí pensar que su idea era que alguien más se
encargara de escribir una saga de su trabajo en calidad de literatura de fantasía. ¿Puede alguien igualar o superar tal cosa? ¿Tendría sentido
siquiera hacer el intento? Creo yo que, con el paso del tiempo, no es más que
nuestro deber ir escribiéndola, limpiándola de toda disonancia solamente
dedicándonos a vivir y mejorar este lugar “en el tiempo que nos tocó”. Creo yo que
esa fue su visión.