lunes, 23 de mayo de 2011

Nuestro espíritu


En una ocasión, una mente virgen se encaminó hacia una tierra distante ya que su espíritu estaba en llamas, sin saber claramente por qué es que se encontraba inquieta. Motivada por una voluntad inexplicable, continuó sin detenerse y sin mirar atrás; su destino estaba al frente del camino.

En menos de lo que canta un gallo, llegó a cierto punto, no elegido al azar sino un lugar en el que pensó que encontraría paz finalmente debido a las experiencias que había vivido allí en el pasado. Un lugar de amistad, aventura, nostalgia, alegría, esperanza…y libertad.

Así nublada como estaba, la mente comenzó a sentir calma mientras se aproximaba a las orillas de las anchas aguas; un sol brillando gentilmente en un cielo claro. Y allí se quedó. Vino aquí con un propósito, aunque no lograba comprender qué es lo que realmente significaba ello todavía. Pero la respuesta pronto llegó.

El Mar y el Cielo se hicieron Uno, y sólo el soplido del viento se escuchó.

Pero este no fue el fin. Por alguna razón, hubo un largo receso, tan largo que le hubiese hecho creer a cualquiera que en verdad se le había dado un fin a todo lo que la mente vivió y aprendió alrededor de ese tiempo. Pero en realidad, la Experiencia fue vuelta a visitarse después de que hubiesen transcurrido muchos años. De todos modos, lo que sigue es sólo el producto de la ferviente imaginación de la mente, y aun así se podría decir que hay verdad en ella.

Cuando ésta fue respondida, se le dijo que al revelar el horizonte su misterio, rompiéndose por fin su línea distante y abriendo así el portal a lo que vendrá, el Espíritu cruzaría hacia lo que sea que le esperara. Pero ahora que el Espíritu de la mente finalmente dio el paso hacia el Otro Lado, le pareció que nada ha cambiado, sólo el mero atestiguar de la Ruptura de la Línea. Decepcionado, comenzó a moverse de un lado a otro, desesperándose y al mismo tiempo guardando esperanza en que encontraría algo con mayor significado que este reflejo de lo que ha sido. 

En la oscura y horrible extensión del Inframundo, el Malintencionado rio, ya que sintió la desesperada situación del Espíritu y vio una oportunidad de traer uno más a su reino. Así es como una nueva apertura, ahora en el suelo, apareció delante del Espíritu, aunque esta vez no era de un azul luminoso, fruto de la combinación del Mar y el Cielo, sino de un rojo ominoso como fuego con apenas algo de brillo.

Con cierta incertidumbre, el Espíritu se acercó a la apertura, dándose cuenta que sólo tenía dos opciones para elegir: quedarse en el mundo -o en todo caso su gemelo del Otro Lado- o continuar, para bien o para mal.

Finalmente comenzó a descender. Mientras lo hacía, el calor incrementaba, y aun así el Espíritu sintió congelarse al darse cuenta de gritos lamentables de cosas invisibles, siquiera sombras deformadas reflejadas en las paredes cavernosas. Un lugar terrorífico, donde cualquier idea de esperanza era fácilmente confundida con lo que parecía una realidad indeseable.

Descendía sin parar, hasta que un punto brillante se pudo distinguir en la densa oscuridad. Mientras seguía acercándose más y más, el Espíritu vio cómo un trono negro vacío se alzaba del suelo en el medio de un salón espacioso, iluminado todo alrededor por llamas que se elevaban altas como dedos estirándose hacia los techos desnivelados. No mucho tiempo después, el sonido de enormes pasos se aproximó resonante al salón; el centro del Inframundo.

De esta manera se hizo presente el Malintencionado: una inmensidad de masa roja, enorme y encorvada, con hombros masivos y brazos apropiados como para gigantescos martillazos; una voz tan profunda como las cavernas en las que residía. Sus ojos rojos centelleaban con una luz fiera en un rostro de ceño siempre fruncido.

- Así que finalmente has encontrado tu camino ¿no es así? - dijo la criatura - ¿Qué opinas de mi lugar? Acogedor y cálido, diría yo. El Espíritu, algo confundido todavía pero por alguna razón no tan aterrado como cuando descendió por el camino subterráneo, trató de recolectar rápidamente todos los recuerdos posibles de su vida pasada. Luego dijo lentamente: - Supongo que no debí haber esperado tanto, ya que no fui inocente toda mi vida. Tampoco es que haya cometido crímenes imperdonables antes de atestiguar la unión del Mar y el Cielo, así que honestamente no sé qué pensar de todo esto ¡Cómo es que terminé aquí! -.

El Malintencionado, secretamente sorprendido ante la elocuencia del Espíritu, respondió de manera engañosa: - Bueno, este es el único lugar, no existe nada más, a menos que prefieras quedarte en el mundo como un fantasma invisible sin ninguna compañía, y eventualmente consumirte en total soledad y tristeza -.

Mientras escuchaba estas palabras, el Espíritu se dio cuenta que venían acompañadas por imágenes de sus propios recuerdos más oscuros, cosas que ocurrieron y que ocultó en el núcleo de su ser, sin atreverse a revelarlas e incluso intentando deshacerse de ellas para siempre, como si nunca hubiesen sido. Pero éstas eran deformadas por la voluntad del Malintencionado, por lo que el Espíritu vio desarrollarse ante su vista algo mucho peor que el recuerdo original.

Un tornado de emociones creció dentro de sí: rechazo, miedo, arrepentimiento, pero al mismo tiempo una sensación de injusticia y desesperanza al parecer imposible desenmascarar los crueles y engañosos designios de aquello que regía un poderoso reino en las profundidades abismales del Otro Lado, aparentemente sin salida alguna.

Mas el Espíritu no se había dado cuenta hasta ese momento que, más allá de toda esperanza, sí existía una salida. Y así es como la encontró: al principio intentó luchar contra la enferma voluntad del Malintencionado con recuerdos de logros, amor incondicional y cuidado por todas las cosas buenas del pasado…sin éxito. Pronto comprendió por qué no había término para este tormento, ya que en vez de mantener la lucha viva en vano contra los caprichos de una fuerza maligna, repentinamente supo que lo que tenía que hacer era dejarse ir, y no seguir presionando innecesariamente. Entonces las horrendas imágenes eventualmente comenzaron a perder nitidez, y todos los reverberantes sonidos de martillos, gritos, llamas elevándose desde las más profundas regiones del Inframundo, e incluso los rugidos guturales e iracundos del Malintencionado, se tornaron distantes, como el residuo de un mal sueño y nada más.

Luego vino un silencio pacífico, y una fragancia dulce todo alrededor un lugar de luz infinita, sin merecerse la descripción habitual, la que nos muestra dónde es que se supone acuden los buenos espíritus después de dejar el mundo sino un lugar que uno ha imaginado como suyo, en donde siempre ha querido permanecer eternamente después de lo que se era destinado a ser desde el nacimiento hasta el fin de los días. Y de esta manera, el Espíritu finalmente llegó a su Paraíso.

1 comentario:

  1. CLAUDIO!
    me sigues sorprendiendo!!! Muy bueno y encima vi la versión en inglés tmb!!!

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